martes, 1 de marzo de 2011

El café de la esquina.

Me senté en el bar de la esquina. Siempre hay bares en las esquinas, como si por estar en esa ubicación las personas tuvieran mas ganas de tomar un café.
Yo en silencio, con el ruido secundario de mi pronto desayuno, confeccionándose en la cocina.
La silla que sobraba en mi mesa estaba como gritando “disponible” a toda esa gente que llegaba y me la quería arrebatar. Cinco minutos despues aparece la mujer que me la robaria. Tenía anteojos de esos que su aumento llega a ser perjudicial para la salud, un pantalón de vestir tan bien planchados que si los dejarías en el suelo quedarian parados, un pañuelo que se le resbalaba en el cuello como pidiendo libertad.
En fin, tenia el aspecto que uno se imagina que tendría una taza de té si tuviera que vestirse.
El día se hizo largo entre filosofía y las medialunas que coronaron mi desayuno.
Ahora, ya de noche, vuelvo a caer en la realidad de la mano de mi libro pendiente en lectura y esta sopa de letras que no merece llamarse “cena”

Yoha.

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