No, no es una charla de almuerzo familiar, pero sin embargo estoy conversando con mamá otra vez de mis maestrías en decepción, comparando penas, dándole nombres y apellidos a la misma angustia.
Personificando sentimientos que parecían tan lejos y siguen en mi… Creo que hasta se podrían escuchar mariposas caníbales cometiendo un homicidio en mi estómago.
Mamá está cociendo y yo en la cama este diván imaginario, con sabanas rosas que simulan entender lo que digo. Pero ella lo hace mejor, mientras cose, usa su expresión característica de sospecha segura y lo adivina: El amor está en el aire baby.
¿Seré tan precisa o es el séptimo sentido materno que solo posee ella? Si, tiene siete, compuesto por esos “yo sabía” que nunca me dice, las habilidades para medir temperaturas futuras, los “vas a necesitar esto” que jamás se equivocan. Y no es ese típico sexto sentido con su capacidad de intuir, este de verdad es muy bueno.
Corta el hilo que en instantes atraviesa la aguja con una precisión a
dmirable. Me mira, con los ojos serenos, imitando la calma que antecede la tempestad. Ya conozco esta mirada también
-definitivamente pudo escuchar a las mariposas caníbales-.
Después de relatarle un informe súper extensivo y detallado sobre el amor, aparece esa última mirada cómplice, para decirme garantizarme que cuento con ella y sus siete sentidos.
Que fácil me despierta torrentes de confianza absoluta en ella y en sus centenares de miradas.
Mi mamá es la mejor, la mejor enserio.