domingo, 24 de octubre de 2010

El último día de mi vida.

Si tuviera la libertad de hacer lo que quiera el último día de mi vida, transformaría esos infiernos en largas caminatas de verano a orillas del mar.
Y escucharía a todos llorar un rato mas mientras recorro esos pasajes donde existieron desamores, decepciones, alegrías, éxitos y dolores. Triste supongo, me sentaría a esperar con un daiquiri en mano, a alguna persona que quiera estar conmigo en ese momento. Y en la espera miraría a la distancia para pensar en mi vida a contramano, difícil pero determinada, que me llenó de esperanzas para volver a intentar. Comienzan a irse 15 minutos de mi vida mirando la lejanía del mar y el reflejo del sol de media tarde sobre el mismo. Esto que parece no terminar, es increíblemente perturbador por saber que no es así, que es la última vez que vuelven preguntas existenciales sin respuestas a mi cabeza. Estoy acá en el ultimo día de mi vida y nunca supe si vale la pena morir por intentarlo, nunca entendí el porque de un abandono, o porque preocuparse por problemas sin solución, como se perdona sin olvidar, si el amor es verdaderamente ciego, si las personas pueden cambiar, si lo que es tuyo vuelve o si confiar en las segundas oportunidades. Y así mi cabeza sumergida en un sinfín de dudas, producto de largas noches de insomnio. Voy a mirar para atrás, tratando de encontrar a quien vino a filosofar conmigo y me voy a quedar ahí hasta que se caiga el sol. Ese seria mi último día si lo pudiera elegir, pero se que la vida cambia, se supera, se acostumbra. Por el contrario, el amor que es como una canción, no se puede olvidar.

Yoha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario