domingo, 24 de julio de 2011

La soledad de los domingos.

Ojalá te pudiera ver pronto para que la agonía de extrañarte se armonice con la idea de abrazarte y me arranque esta angustia del pecho. En el caso de que no pudiera arrancármela, por lo menos disminuya y se disuelva entre el calor del reencuentro de tus besos.
La soledad de los domingos siempre me produce esta tortura, se me escapa de las manos, se me desliza por el cuerpo, se suicida en mis ojos y apaga la luz para apagar los sentimientos.
Cuando la tarde moría, me quedé toda la noche en el sofá, escuchando como me latía el corazón y esas canciones que nos gustan a los dos. Una botella de agua para calmar la sed del alma. Le doy la mano a mis silencios que me muestran todas las cosas que no quiero ver, de eso se encarga el silencio.
Le explico a mi vida porque no estás acá y otra vez la ausencia de tu voz se presenta como oxigeno, fuente vital de mi alegría. Te espero, te sueño. TE AMO

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