Que las penas se vayan en esa copa de vino mientras el humo las sofoca, que se muera la angustia en ese vestido que no nos quedó nada bien, que se aleje la tristeza guardada en los domingos y el llanto de soledad en la cocina. Que se incendie el ropero de la inseguridad. Que se marche el dolor de cabeza que nos produce el corazón, que sentir no sea tan duro. Que se aparte el desconsuelo de esa dieta clausurada y la mentira diaria de que la vamos a empezar. Que nos vuelva el dinero invertido en estética, a modo de consuelo. Que pensar para dos nos sea tan difícil. Que no lloremos si no es por un buen motivo, es decir, que no lloremos por un hombre. Que las penas se vayan en esta copa de vino, ahora derramada en la alfombra, que no nos preocupe el desamparo, ni las zorras que habitan entre nosotros, que no vivamos si no es intensamente y que sigamos soñando por los siglos de los siglos. Amén.
Que no vivamos si no es intensamente.
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